
EDMUNDO SÁEZ, DEGOLLADO EN ACTO DE SERVICIO Y CARABINEROS LO DIO DE BAJA
Edmundo Sáez, exsargento primero de Carabineros, sufrió el ataque de un detenido porque su patrulla no contaba con el calabozo para llevar a los presos, situación que el exuniformado había notificado dos días antes del incidente mediante un documento electrónico. El recluso, sentado en el asiento trasero del auto, le cortó el cuello con las esposas y Sáez estuvo prácticamente muerto, pero sobrevivió con graves secuelas neurológicas que lo imposibilitaron a continuar en sus funciones. La Comisión Médica de Carabineros resolvió que su enfermedad era natural y no producto de ese hecho, lo dieron de baja y no le reconocen sus licencias, lo que ahora lo tiene a él y su familia viviendo de los aportes de sus cercanos. Hoy Edmundo Sáez, siempre de la mano de Romina Hernández, su mujer, pide justicia y reconoce que los quieren callar. “Nos pincharon los celulares y me dijeron ‘o te callas o te hacemos callar’”.
Domingo 19 de agosto de 2018, 21:00 horas. El sargento primero Edmundo Sáez recorre un sector rural de Los Ángeles, región del Biobío, arriba de su patrulla y en compañía de un carabinero recién egresado y que nunca antes había visto. En la unidad no había nadie más que acompañara a Sáez en su patrullaje, por lo que tuvo que salir en compañía del joven, y a quien, después de este día, tampoco volvería a ver de nuevo.
Un auto con las luces apagadas llama la atención de Sáez, quien dice que siempre le gustó ser “aguja” e “investigar todo lo que se podía”. Sáez sospecha que el conductor está en estado de ebriedad y su instinto le da la razón cuando Víctor Hidalgo se baja de su vehículo y se niega a hacerse el alcotest. El sargento lo esposa y lo toma detenido. Eso sí, antes de subirlo a su patrulla, llama a la central para que le envíen otro vehículo, porque en el que andaban no tenía el calabozo para llevar a los detenidos y eso ponía en riesgo a los funcionarios. La respuesta que recibe es que no hay otras patrullas disponibles y que terminara el procedimiento. “En Los Ángeles hay 11 cuadrantes y andan 11 patrullas en la noche como mínimo. Cómo era posible que las otras 10 estuvieran en procedimientos”, dice. Tomó las medidas de seguridad, lo esposó con las manos por detrás y lo subió al asiento trasero de su camioneta.
Dos días antes, el viernes 17 de agosto de 2018, se le notifica al jefe del retén El Álamo, el suboficial mayor Antonio Fernández, que el calabozo del vehículo Z-6002 tuvo que ser desprendido porque “en el estado en que se encuentra presenta un peligro inminente para el personal de este destacamento (…) Con la finalidad de evitar algún mal mayor, se optó por desprenderse de dicho calabozo hasta su pronta reparación, manteniéndose actualmente operativo”. La comisario subrogante de la 1° comisaría capitán Patricia Videla respondió “conforme”. El auto llevaba más de 5 años operativo y tenía fallas de todo tipo. “Los autos de carabineros están todos malos, los únicos buenos son los Dodge Charger. Los otros duran un año y después ya son un peligro”, dice.
Sáez, su compañero y el recluso se dirigen al hospital para constatar lesiones. Dice que en ese tramo el detenido se portó bien y que cooperó en todo. Fue a la vuelta, camino hacia el retén El Álamo, cuando Víctor Hidalgo logró pasarse las esposas por debajo de las piernas y cortarle el cuello al sargento Sáez con sus esposas. “Era como al kilómetro 4, iba a 70 u 80 km/hr cuando siento un golpe por atrás. No me dolió nada en el momento, pero vino una explosión de sangre. Como pude me tiré hacia un lado y pedí cooperación por la radio. Todo tuve que hacerlo yo porque el carabinero con el que andaba era tan nuevito que se cortó todo y se preocupó del detenido, que ya estaba esposado. Apreté el botón de pánico, que es cuando se interrumpen todas las comunicaciones y avisé de mi problema. Mis manos no alcanzaban a parar la sangre entonces me tuve que tapar la herida con el cojin que teníamos que poner en el asiento del conductor para que el asiento no se cayera”, dice.
Al lugar llegó la teniente que estaba de jefe de turno en la 1° comisaría de Los Ángeles. “La teniente Neira me ve en el suelo casi desmayado y se preocupó del detenido, de que los otros polis no le pegaran. Nadie actúa así. Cuando le hacen daño a un poli hay que hacerle un cariño al tipo”, dice. Luego, al lugar llega otro sargento primero, de la subcomisaría de Paillihue, quien se percata de la gravedad de la situación y lo sube a Sáez al carro de la teniente Neira, un Dodge Charger de último modelo. “Ella no quiso que me subieran porque no quería que le ensuciara el auto con sangre, lo dijo literal. Incluso, amenazó al sargento diciéndole que si me subía a su carro podía ser amonestado. El sargento ya tenía 29 años de servicio y le dijo ‘me importa una huea, pero a este hombre la salvo la vida’. No lo he visto, pero cuando lo haga le tengo que agradecer personalmente porque no lo pensó dos veces y me subió al auto. Una vez que nos encontramos con la ambulancia, ahí se me apagó la tele”.
LA COMISIÓN MÉDICA
Es un lunes caluroso de octubre en Santiago Centro y el ex sargento Edmundo Sáez Sáez (33 años, padre de tres hijos) llega desde Los Ángeles junto a su señora Romina Hernández al departamento donde se realiza la entrevista. Han pasado dos años desde el accidencte y vienen a Santiago para seguir su tratamiento de forma particular, con un doctor que trabaja en la Fach y que conoció mientras era carabinero. A pesar del calor, viene con un gorro de lana que usa para cubrirse una herida arriba de su ceja derecha. Luego de dos años de tratamientos, fue diagnosticado con el Síndrome de Tumarkin, una crisis otolítica que consiste en caídas al suelo sin ningún malestar previo ni pérdida de conciencia, que ocurren con frecuencia relativa y que afecta al oído medio. Recién el día anterior, Edmundo tuvo uno de sus tantos episodios y cayó de cara al suelo.
Romina Hernández, de 29 años, es su señora y ha tomado un rol activo en el caso de su marido. Dice que desde el primer momento esto ha sido un esfuerzo de Carabineros por tapar la verdad y no reconocer su responsabilidad en el hecho. “Cuando mi marido estaba en el hospital la teniente dice que lo hagan pasar por lesiones leves, antes de que el doctor siquiera lo hubiera atendido”, dice. Si no hubiera sido por sus insistencias, Sáez se hubiera ido a su casa con un reposo de algunos días. “Insistí en que le hicieran un escáner, porque tampoco querían. Afortunadamente los resultados del escáner llegaban directamente al hospital de Concepción vía Internet. De pronto llaman de urgencia desde Concepción y me dicen que no mueva a mi marido por ningún motivo, siendo que lo habían hecho levantarse para ir al baño como tres veces. Empezaron a llegar todas las enfermeras y nos dijeron que había que derivarlo de inmediato al Hoscar de Santiago. Estuvo a punto de morir y lo tomaron como algo muy simple”, dice. Curiosamente, mientras Edmundo se debatía entre la vida y la muerte en el hospital, alguien de su unidad firmó el libro y terminó su turno de ese día. Además, el detenido fue imputado solo por conducción en estado de ebriedad y no por agresión a un carabinero. “Esto muestra que se están cubriendo las espaldas y quieren tapar lo del auto”.
Luego de un año recibiendo licencias por parte de doctores institucionales –Dipreca y Hoscar-, Carabineros dispone su retiro absoluto de las filas de la institución, declarando “imposibilidad física”, y agrega, “por padacer de Síndrome Vertiginoso tipo Tumarkin, afección de origen natural que lo imposibilita definitivamente para el servicio de Carabineros de Chile”. La Comisión Médica resolvió que su accidente no tiene nada que ver con los episodios de desmayos, a pesar de que en sus casi 14 años ligado a la institución, nunca tuvo problemas de salud y solo presentó una licencia por un problema estomacal que le produjo una comida a la pasada mientras hacía un turno, años atrás. Dice que lo que no logra entender es por qué doctores ligados a la institución le entregan licencias número 5 (accidentes en acto de servicio) y la Comisión Médica la califica como número 1 (enfermedad común). “Ellos hacen lo que quieren y uno solo reclama por lo justo”, dice.
Sáez recibió la noticia de su baja el mismísimo Día del Carabinero. No se pudo despedir de nadie, tampoco tener su ceremonia de acenso. Cinco días después del accidente lo notificaron que había sido ascendido a sargento, pero tampoco le avisaron de la ceremonia y no lo volvieron a llamar. Es más, cuando lo notifican de la baja, le cobraron $70 mil pesos por la prenda institucional que llevaba en ese momento y que el SAMU tuvo que cortar para asistirlo. “Yo pensaba en recuperarme y volver al servicio porque amo la institución, yo nací para esto, pero es la voluntad de Dios no más. No pido ni más ni menos, solo lo que corresponde: jubilación en segunda categoría por ser un accidente en acto de servicio. Eso es lo que la comisión no quiere reconocer”, explica.
“La Comisión Médica está recibiendo órdenes, de todas maneras. El documento dice que la comisión propone la baja del funcionario porque no está apto para el servicio, pero más abajo del documento, y por orden del General Director Mario Rozas, se da de baja al funcionario. La comisión propone y el Gerneral Director firma”, agrega Romina.
“O TE CALLAS O TE HACEMOS CALLAR”
Al día siguiente del accidente, Romina tuvo que ir a buscar las cosas de Edmundo al retén. Allí vio la patrulla, cubierta con restos de sangre y un calabozo torpemente encajado al pickup de la camioneta y amarrado con cables. “Ahora está soldado, pero alcancé a tomarle fotos para demostrar que lo están encubriendo. Lo estaban amarrando para que saliera de nuevo a la calle”.
Cansada por las pocas respuestas de parte de la institución, Romina grabó un total de 3 videos en los que le hablaba directamente al general Rozas, “para que se pusiera los pantalones”. Para su sorpresa, los videos se viralizaron y tuvieron un alcance mucho más grande de lo que imaginó. A partir de ese momento, dicen, empezaron a pasar cosas extrañas. “Hace poco me llamó el general que estaba a cargo al momento del accidente. Me llamó y me dice ‘Hola Romina, habla Rodrigo Medina. Oye, nos has hecho cagar en redes sociales. O te callas o te hacemos callar. Yo hablé con mi General Director Rozas y me dijo que le tenías las hueas hinchadas’. Nos pincharon los teléfonos, me hackearon, me eliminaron Twitter, Instagram, todo”. Y sigue: “Imagínate, fue TVN a mi casa e inteligencia de Carabineros logró que mi nota no saliera. Fue Canal 13 a mi casa y hasta el día de hoy no sale mi nota. Aquí estamos involucrados en una mafia”.
El día antes de viajar a Santiago, quisieron sacar el permiso para venir en bus. Para su sorpresa, ambos teléfonos estaban bloqueados, por lo que tuvieron que pedir a otra persona que les sacara los permisos. “Ellos (la institución) sabían que teníamos control médico en Santiago, nos tienen en la mira. Y lo peor es que ahora mismo me llaman y me preguntan dónde estaba, les dije que en Santiago por un control y me dicen: ‘ahh, ¿pudo viajar?’ Cuando me dijeron eso me quedó todo claro”, dice Romina.
¿Cómo lo están haciendo ahora en términos económicos?
Romina toma la palabra: “Suena feo, pero de la caridad de la gente, mi familia, mis padres, de Anapol”. Anapol es la Agrupación Nacional de Policías en Retiro de Chile, una ONG que se encarga, entre otras cosas, de prestar ayuda jurídica a funcionarios y ex funcionarios para resguardar sus derechos constitucionales. Ellos representan a la pareja y también los ayudan con cajas de mercadería.
¿Tienen miedo a que si siguen hablando les pueda pasar algo?
No, nos da más fuerzas para seguir luchando porque nosotros solo pedimos lo que nos corresponde y siempre con la verdad. Estamos claros que si están con amenazas es porque tienen miedo. Vamos a llegar hasta el final.
¿Dónde encuentras el apoyo?
En mi familia solamente. En mi señora y mis hijos. Mis amigos, mis superiores, nunca me han venido a ver. Con mis compañeros son con los que estoy más dolido, más de 10 años trabajando juntos y se perdieron, nunca me llamaron. Quiero creer que es por una orden de arriba. Nosotros nos cuidábamos las espaldas, uno piensa que se forma un lazo, pero ahora me doy cuenta que no.
¿Qué piensa del momento que vive hoy la institución y cómo se revierte?
Todo viene de la cabeza, de la administración. Los jefes ordenan y nosotros tenemos que simplemente obedecer. Hoy no es lo que era antes, cuando los capitanes y tenientes salían con nosotros a hacer rondas, a hacer la labor de la calle. Eso se perdió, y los jefes se creen el cuento porque están detrás de un escritorio y solo exigen, exigen partes, controles, detenidos. Mucha gente se fue después del estallido social porque se dieron cuenta del poco apoyo que hay desde los altos mandos. Muchos solo tienen la meta de cumplir los 20 años e irse. Durante el estallido muchos que cumplieron los 20 años no lo pensaron y se fueron. Esto se cambia con apoyo, con compromiso de parte de la institución hacia sus funcionarios.
Curiosamente, el departamento donde estamos reunidos tiene dos cañas de pescar colgadas en la pared, sobre un tapiz que simula un bosque. Edmundo las mira y dice: “yo soy fanático de la pesca. Veo las cañas de acá y me dan ganas de llorar. A partir de ahora tengo que estar siempre acompañado porque en cualquier momento me puedo caer. Ya me ha pasado incontables veces, se me volvió un hábito. ¿Y si estoy pescando y me caigo al agua, quién me rescata? Esto yo no lo tenía y todos los doctores coinciden en eso, a excepción, claro, de la Comisión Médica. Vamos a luchar hasta que se haga justicia".